De libros y metáforas


Ya había tenido antes pesadillas que tuvieron que ver con libros. En uno estaba en una biblioteca desordenada, en otro compraba libros, en uno más tenía que quemarlos... Pero nunca tuve uno como el de hace 3 noches.

Ahí estaba yo, sentada en lo que parecía el centro de una habitación pobremente iluminada frente a una mesa y, sobre ésta, un gran libro. Abrí el enorme libro y comenzaba a leer... Sin tocar nada, las páginas pasaban rápidamente frente a mí provocando una poderosa corriente de aire que a penas me permitía leer claramente el contenido, pero a la vez me llenaba de una agradable sensación..., pues sentía que la historia besaba suavemente  mi cara. Había imágenes, muchas imágenes y mucho texto también. Al principio me pareció extraño el texto hasta que poco a poco fueron apareciendo temas conocidos, aunque no había nombres, sólo hechos, momentos, lugares. Se describían personajes, se presentaba la imagen del personaje y la habitación se inundaba por, lo que yo creo, era el aroma del personaje descrito. 

Comenzaba a entusiasmarme más y más acerca del contenido del libro, página tras página aumentaba mi excitación y mi interés. ¡Era una gran historia!, me sentía totalmente identificada con todo lo que veía y me llenaba de alegría sentir la brisa del recuerdo en el rostro mientras me remontaba a épocas opacadas por el polvo del tiempo. Eran situaciones positivas en su mayoría, muchas otras bastante cómicas y, como en todo, no pudo faltar el párrafo trágico que se fue haciendo cada vez más frecuente al volar de las páginas. 

La historia seguía. Había risas, miradas, gestos, caricias, guiños, lágrimas, lamentos... De una página a otra ya habría reído y después llorado sin perder ni una pizca de interés en lo que se iba convirtiendo en un gran huracán histórico. Conforme avanzaban las páginas iba creciendo en mí una enferma necesidad de arrancar del libro una que otra página. Quería volver a las páginas anteriores e impedir que el endemoniado libro siguiera avanzando... Ya no sólo quería arrancar algunas páginas, ¡ya eran capítulos enteros! Pero seguí leyendo en espera de encontrarme con un pasaje agradable de nuevo... Y los hubo, varios de ellos, con risas y frescura total. La ansiedad se esfumaba poco a poco y regresaba la tranquilidad. Esto se repetía constantemente, pero yo no podía perder el interés... ¡Quería más!

Fue cuando llegué a un capítulo claramente especial, pues el papel de las páginas era diferente, olía a algo único y había dulzura en las letras e imágenes ahí expuestas al principio... Empezó a dolerme el pecho y un terrible mareo se apoderaba de mí. Regresaba intensamente la necesidad de empezar a arrancar hojas. Esta necesidad se fue convirtiendo en desesperación mientras lloraba al intentaba sujetar las páginas para arrancarlas..., pero éstas se iluminaban y sentía que me atacaban con mayor vehemencia...

Logré atrapar una y ésta me cortaba cual filo de cuchillo, con el borde, partes de algunos dedos gracias a la fuerza con la que la hoja intentaba liberarse... Apliqué más fuerza. ¡¡NECESITABA ARRANCARLA!! Si podía arrancar esta página, bien podría arrancar las demás..., pero no pude. Como dije, las páginas eran diferentes a las anteriores en este capítulo: Eran más fuertes, más vívidas. Rendida, caí al suelo al no soportar el ardor en los rasguños en mis manos. El libro salpicó un poco de la sangre de las heridas y siguió avanzando... Ya no pude leer más, no quería leer más. Ya había demasiada sangre en mis manos, en el libro y en el piso.

De repente el pasar de las páginas cesó. Me sequé las lágrimas sin poder evitar manchar mi cara por las lesiones en mis manos y me levanté. Me acerqué con miedo al libro... ¡ya no había texto! No había llegado ni a la mitad del gigantesco libro y ya no había nada más por leer. Sentí un gran alivio y a la vez una inexplicable angustia. Había abandonado cerca de veinte páginas que no quise leer...


Me pregunto ahora de qué me habré perdido... Seguramente no tardaré en saberlo...

Ciclo mensual de pesadillas

Duermo... Sueño alguna pachecada. Despierto. Vuelvo a dormir, vuelvo a soñar una pachecada. Vuelvo a despertar... Anoche se repitió varias veces.

Episodios de 15 minutos aproximadamente, 15 minutos que parecían toda una vida en la misma mente. Se pierde la noción del tiempo y con cada "despertar" da más coraje. A veces despierto, a veces sueño que despierto; otras veces no despierto (o no quiero despertar)... Y cada pesadilla era peor que la anterior, cada vez más intensa, más vívida..., más difícil de recordar al despertar.

Empieza todo con una situación común en mi vida: una plática. Platico con una amiga que me comenta una mala noticia (para mí). Entristezco. Reprimo en el mismo sueño cualquier emoción, conservo la calma en la situación y la plática sigue fluyendo y pareciera que lleváramos HORAS platicando, pues es de notar cierto cansancio de ambas partes. Cada palabra que sale de la boca de mi soñada amiga me entristece más y más hasta que despierto. Despierto triste. Veo la habitación, la luz prendida..., pero no me puedo mover, aunque quiera, para apagar la luz. Mejor vuelvo a dormir. Inicia una especie de continuación de la plática con mi amiga, sólo que ahora platicaba (del mismo tema) con alguien exactamente igual a mí. La plática se volvió una calurosa discusión; gritábamos, nos enojábamos cada vez más, y nos hubiéramos golpeado de no haber estado separadas por un cristal bastante sólido que intentábamos romper en repetidos intentos. A pesar del cristal inquebrantable, nos escuchábamos y veíamos claramente, cada palabra y cada gesto. De repente, en medio de la exposición -a gritos- defendiendo uno de mis argumentos, me paralicé. Sentí un nudo terrible en la garganta y la otra versión de mí reía cada vez más fuerte. Cerré los ojos intentando gritar y desperté de nuevo. Volví a ver la luz prendida y, una vez más, no pude moverme para apagarla. Volví a cerrar los ojos. Ahora fue un nuevo sueño, un nuevo escenario... Era un centro comercial lleno de gente, de tiendas, de niños. Caminaba entre la multitud hacia el frente sin rozar a nadie, sin mirarlos. Tras unos cuántos pasos logré distinguir entre tanta gente a un individuo, pero no lograba verlo con claridad y fue cuando sentí la necesidad de acercarme, entonces empecé a correr esquivando lo mejor posible cualquier obstáculo sin mucho éxito. Una vez lo suficientemente cerca para verlo bien me doy cuenta que es alguien que conozco y corro más rápido para saludarle..., pero nunca pude alcanzarlo. Desperté. Esta vez no quise apagar la luz, pues desperté con una sensación de angustia y miedo bastante intensa. Volví a dormir. A partir de aquí no recuerdo qué soñé, pero en repetidas ocasiones despertaba (donde no pude apagar la luz) y unas cuántas más soñé que despertaba. ¿Cómo sabía que soñaba que despertaba? Fácil: La luz estaba apagada al "despertar".

Por la mañana fui regañada por dejar la luz encendida, me disculpé y volví a dormir... Logré dormir bien. Ya no quise despertar... Hasta que sonó el teléfono.

Pesadilla No. 1

Un parpadeo y me remonto a aquella tarde de otoño. El bosque inmenso –yo pequeña–; Octubre Exhausto anuncia el comienzo de jolgorios de nueve noches con sus días mientras yo permanecía inmóvil sobre la broza al pie del Gran Árbol.

Mis lágrimas reían de mi tristeza y la pequeña Soledad a mi lado bailaba y saltaba al ritmo de la música de mis deseos, mientras el eco de mis días simulaba abrazar algo más allá del cielo.  Los recuerdos, con sonrisa fingida, se incorporaban al festejo invitando a las horas desperdiciadas a bailar el Vals de la Despedida... Pude distinguir a Pensamientos con sus mejillas carmesí forrada de joyas espiando a Erudición "la humilde", teniendo intención de acercársele. El viento cargaba a sus nietos, los días, quienes jugaban pícaros con los cabellos de Ansiedad. Vicios y sus pieles inmorales, entre densos humos de paz caminaba orgullosa sobre la alfombra de Pretextos; las inmaduras mentiras estaban de paso. Todos estaban ahí y yo en primera fila...

Un sonido estruendoso penetró en mi cuerpo provocando la convulsión de mis sentimientos. Nota tras nota fueron descargas imparables y terribles; máximo voltaje y mi espíritu escapó de su prisión de carne y huesos con mirada triunfante dejando tatuado en la superficie el número de días que permaneció dentro... Su marca, su huella; y ahora su ausencia... Sigo temblando.

Nace una luz cegadora y los ojos abiertos de nuevo, todo concluyó en un suspiro... Estoy flotando y cada vez más alto.

¡Moved la tierra debajo de mí, que ya he abandonado el suelo!


(kAzHeT)