Ya había tenido antes pesadillas que tuvieron que ver con libros. En uno estaba en una biblioteca desordenada, en otro compraba libros, en uno más tenía que quemarlos... Pero nunca tuve uno como el de hace 3 noches.
Comenzaba a entusiasmarme más y más acerca del contenido del libro, página tras página aumentaba mi excitación y mi interés. ¡Era una gran historia!, me sentía totalmente identificada con todo lo que veía y me llenaba de alegría sentir la brisa del recuerdo en el rostro mientras me remontaba a épocas opacadas por el polvo del tiempo. Eran situaciones positivas en su mayoría, muchas otras bastante cómicas y, como en todo, no pudo faltar el párrafo trágico que se fue haciendo cada vez más frecuente al volar de las páginas.
La historia seguía. Había risas, miradas, gestos, caricias, guiños, lágrimas, lamentos... De una página a otra ya habría reído y después llorado sin perder ni una pizca de interés en lo que se iba convirtiendo en un gran huracán histórico. Conforme avanzaban las páginas iba creciendo en mí una enferma necesidad de arrancar del libro una que otra página. Quería volver a las páginas anteriores e impedir que el endemoniado libro siguiera avanzando... Ya no sólo quería arrancar algunas páginas, ¡ya eran capítulos enteros! Pero seguí leyendo en espera de encontrarme con un pasaje agradable de nuevo... Y los hubo, varios de ellos, con risas y frescura total. La ansiedad se esfumaba poco a poco y regresaba la tranquilidad. Esto se repetía constantemente, pero yo no podía perder el interés... ¡Quería más!
Fue cuando llegué a un capítulo claramente especial, pues el papel de las páginas era diferente, olía a algo único y había dulzura en las letras e imágenes ahí expuestas al principio... Empezó a dolerme el pecho y un terrible mareo se apoderaba de mí. Regresaba intensamente la necesidad de empezar a arrancar hojas. Esta necesidad se fue convirtiendo en desesperación mientras lloraba al intentaba sujetar las páginas para arrancarlas..., pero éstas se iluminaban y sentía que me atacaban con mayor vehemencia...
Logré atrapar una y ésta me cortaba cual filo de cuchillo, con el borde, partes de algunos dedos gracias a la fuerza con la que la hoja intentaba liberarse... Apliqué más fuerza. ¡¡NECESITABA ARRANCARLA!! Si podía arrancar esta página, bien podría arrancar las demás..., pero no pude. Como dije, las páginas eran diferentes a las anteriores en este capítulo: Eran más fuertes, más vívidas. Rendida, caí al suelo al no soportar el ardor en los rasguños en mis manos. El libro salpicó un poco de la sangre de las heridas y siguió avanzando... Ya no pude leer más, no quería leer más. Ya había demasiada sangre en mis manos, en el libro y en el piso.
De repente el pasar de las páginas cesó. Me sequé las lágrimas sin poder evitar manchar mi cara por las lesiones en mis manos y me levanté. Me acerqué con miedo al libro... ¡ya no había texto! No había llegado ni a la mitad del gigantesco libro y ya no había nada más por leer. Sentí un gran alivio y a la vez una inexplicable angustia. Había abandonado cerca de veinte páginas que no quise leer...
Me pregunto ahora de qué me habré perdido... Seguramente no tardaré en saberlo...